lunes, 8 de febrero de 2010

Yo, ratón de laboratorio


Casi como un experimento decidí, allá por septiembre, quedarme a pasar el invierno en Europa. Que no pueder ser taaaan terrible, que si va a ser mi nuevo hogar tarde o temprano lo tengo que enfrentar, que mejor voy a Argentina en marzo cuando empieza la actividad así puedo hacer cursos de esto y aquello… muchas cosas se me pasaban por la cabeza a modo de justificación.
Ahora, a tres semanas de embarcarme hacia la patria por un buen tiempo, me presento y digo acerca de estos meses inhóspitos que:
- “he vivido mejores momentos” (para decirlo en términos ingleses) o -en argentino- “la pasé como el c…”.
- el invierno es caro, carísimo. No sólo por la cuenta del gas: comés más, necesitás ropa de abrigo, más subte y menos bici, remedios para la gripe...
- la nieve es genial… por dos o tres días. Después de una semana te querés matar. Porque no es sólo nieve: es hielo también, y las consiguientes patinadas.
- lo de la hibernación es real y lo más sabio que uno puede hacer en esas circunstancias.
- me siento una sobreviviente, a mucha honra.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Colección

Una semana en París movidita y plagada de momentos para coleccionar. En siete días de habitar la Buenos Aires de Europa:

-caminé por salones por los que caminó Juana de Arco (piel de gallina para esta servidora, fetichista de la historia)

-visité una prisión del siglo XI que funcionó hasta 1940 

-mi muy talentosa cuñadita tocó el violín en las ruinas de un castillo, sólo para nosotros (nuevamente piel de gallina)

-anduve en tren por abajo del agua (aunque lo haga cien mil veces, voy a seguir sin poder creerlo)

-en una mansión de la campiña francesa cociné una tarta de ciruelas recién sacadas del árbol

-me pasé una tarde afuera del Pompidou escuchando una chica que tocaba un cuerno gigante

-tomé helado de frambuesa y cedrón

-caminé descalza por una plaza con  agujeritos en el piso de los que sale agua en spray (eso fue en Bordeaux)

-comimos platos típicos after-ramadan

Y volví a Londres valorando la libertad que siento acá para poder ponerme lo que se me da la gana. Ante tanta rigurosa elegancia parisina me dí cuenta que hace rato ya no pienso en los demás cuando me visto. Anoten ahí un porotito para Londres, por favor.

sábado, 20 de junio de 2009

La cuenta, por favor

Hice un paréntesis en mi vegetarianismo y fuimos a comer fish and chips a Covent Garden. Viernes a las 7 de la tarde. Léase: el lugar, hasta las manos. Y nosotras, dos argentinas acostumbradas a darle a la lengua, supusimos que la cosa era como estar en una pizzería de Buenos Aires (o de Rosario).

Y después de deglutir la merluza con papas (ejem…fritas en manteca), estiramos la cervecita a más no poder. Bah, en realidad podíamos más. El que no podía más era el mozo. Iba y venía, todo nervioso ante semejante fenómeno: la sobremesa.

Algo que no existe en Londres, donde la gente espera, se sienta, come y se va. Cuestión que el tipo no lo soportó y nos trajo la cuenta sin haberla pedido (!). Y apenas amagamos a mirarlo para pagar, ya estaba ubicando a otros en nuestra mesa. Sí: te-rri-ble.

Me acuerdo de mis tiempos de adolescente, pobre y bohemia, cuando nos juntábamos en un café y con un cortado aguantábamos toda la noche charlando, escribiendo, dibujando, y al mozo no se le ocurría decir ni mu.

Pero estas tabernas londinenses (y en los restaurantes chinos, y seguro que en otro tipo de locales también) uno no es una persona. Como mucho es una boca (sistema digestivo incluido) y una tarjeta de débito.

Por supuesto que de propina, ni hablar.

domingo, 7 de junio de 2009

Dominguera

Hace rato que quiero contar algo que me pasó hace rato. Por razones que no vienen al caso, tuve que ir un domingo a la mañana a buscar la bici al otro lado de un parque cercano (Regent’s Park, para los que conocen). La cuestión es que no tenía compu para averiguar cómo llegar hasta ahí en bondi (la web del sistema de transporte es de consulta obligada para los londinenses), entonces decidí caminar.

Hay un canal (Regent’s Canal) que atraviesa el parque y que de un lado tiene una veredita otrora para los caballos, ahora para los transeuntes (mientras por el agua pululan las barcazas). Así que ahí iba yo, marcha constante, internándome sin saberlo en un universo paralelo.

El sol brillaba a más no poder, haciendo brillar a su vez el agua verde y toda la vegetación circundante (que en verano es muy tupida, por poco tropical).

Primero me pasó por al lado un grupo de nalgas envueltas en lycra (la lycra también brillaba), a trote firme. Casi como un cardumen de corredores.

El cielo estaba tan azul que me pareció el de Argentina (como todo el mundo sabe, no es el mismo). Me fui acercando a la zona del zoológico (que está metido en el radio del parque) y entonces ya no escuché cuervos (el ave oficial de Londres), sino leones y elefantes.

Bordeé una jaula gigante con unos pájaros que parecían cóndores, aunque dudo que lo fueran realmente.Pasó un tipo al lado mío vestido como Kinski en Fitzcarraldo: inmaculado traje blanco y  sombrero de paja. Creo que llevaba un bastón.

A esa altura la fauna (animal y humana) ya se me hacía muy surrealista y divertida. La frutilla del postre fue un shhhhhhhhhh que escuché surcando el aire como en sistema dolby. Miré a mi izquierda y ví tres patos de cabeza y cuello verdes (esos de los almohadones) en un amerizaje perfectamente sincronizado. A tal punto que los tipos parecían pilotos, no patos.

Salí del canal con la sensación de haber atravesado un portal, o haber despertado de un sueño, o… no sé, la experiencia más dulcemente extraña que se quieran imaginar.



sábado, 9 de mayo de 2009

Leaving the cellar

Bueno, acá estamos. De a poquito los melones se van acomodando, por decir algo acorde a este dia peronista que derrocha sol. Dos meses desde mi aterrizaje en Heathrow (como si todo fuera considerado en referencia al tiempo que paso en Argentina) y lentamente voy saliendo del encierro fritzeliano (un nuevo término que acuñamos en referencia al "monstruo de Amstetten").

Entonces pienso que Londres no está taaaaan mal. Que depende que cómo uno se sienta, de lo que haga, de la gente que ve (y del clima, por supu). Creo que puede ser la peor ciudad para vivir si uno no está bien porque la desconexión emocional es grande.

No es fácil encontrar el sentido de comunidad, de contención, de lazo social acá. No está dado, como en Argentina. En Londres hay que tomarse el trabajo, hay que construirlo. Después resulta que hay mucha gente buscando lo mismo y la cosa fluye. Pero hay un hielo por romper. Conclusión: ahora estoy metida en quinientas cosas, y más contenta también.

jueves, 30 de abril de 2009

Resumen

En este casi mes y medio de no escribir, Londres y yo hemos tenido un reencuentro, cómo decir... intenso. Un breve resumen debería incluir:

- Que entraron a afanar a casa y se llevaron compu y cámara de mi propiedad. La culpa la tuvo mi gato Chanchu, a la vez único testigo del hecho, porque la ventana la dejamos abierta para que él pueda hacer de las suyas por los jardines del vecindario. El tema es que nadie que conozca a Chanchu puede echarle la culpa de algo. El tipo es un amor.

En los hechos la sacamos barata y, a pesar de todo lo desagradable de la intrusión, no pude evitar pensar en los ladrones, casi como en un film de Woody Allen, abriendo cajoncitos que aparentan guardar plata y encontrar viejas monedas de todo el mundo, o baúles y encontrar cartones y papeles para reciclar, o alajeros llenos de lavanda, o billeteras vacías. Eran ladrones menemistas: se llevaron dos laptops y dos cámaras, pero dejaron violines, cámaras antiguas y hasta una super8.

Lo más destacable es que tuvimos cuatro contactos con la policía a raíz de eso: vinieron a los cinco minutos de denunciar el ilícito, al otro día la forense (piercing incluido) recolectó las huellas con su gabinete mágico portátil, después nos visitó un asesor de seguridad que nos aconsejó cómo cuidar la casa sin hacer de ella una prisión (ésa fue nuestra consigna) y finalmente un policía local, asignado para la manzana donde vivimos (éste con tatuaje), se presentó y se ofreció para cualquier problema que tengamos. Todo eso sin contar las cartas que recibimos de un departamento de apoyo a las víctimas de crímenes y bla bla bla. Bué, la cuestión es que yo terminé soñando que me hacía voluntaria de la Metropolitan Police.

- Que fui a la manisfestación contra el G20 y me sentí como en casa después de mucho tiempo. Me puse a pensar que hay mucha gente en Londres con ideas humanistas, solidarias, profundas. No es sólo Oxford Street, después de todo. Qué bueno.

- Que me indigné cuando supe del chabón que en esa manifestación, sin comerla ni beberla, ligó un golpe por la espalda de un cana y terminó muriendo. En esos días todos nos acordamos de Menezes ( y yo de Kosteki y Santillán).

- Que volví a mi salida preferida, cada vez menos preferida: el supermercado. Y descubrí que la crisis llegó a Inglaterra y que los chantas ya estaban hace rato (otra forma de sentirme en casa). Una caja de seis barritas de cereal, que el año pasado costaba una libra, ahora cuesta 1,78. Pero lo peor es que trae CINCO barritas! Yo pensaba que esos viles trucos eran propiedad intelectual argentina, pero no.

- Que hubo muchos días fríos y lluviosos, pero también una semana seguida de sol, sol, sol. Así, casi furiosamente, como una revancha. Y todos nos sentimos energizados y llenos de poder. Lindo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Volver

Mi vida está oficialmente fragmentada: un patchwork de ciudades, idiosincrasias, climas, gente, rutinas. O también podría pensar que (con un poco de suerte) he pasado de vivir un tiempo lineal, aquel de la Modernidad, a vivir un tiempo premoderno, cíclico. Ya no hay más sucesión convencional de etapas (en un mismo lugar) sino, más bien, una circularidad (verano argentino- primavera verano otoño inglés-verano argentino) que alterna el campo y la ciudad, lo archiconocido y lo todavía extraño.

Hace dos semanas estaba nadando al sol, subiendo sierras y enyoguizándome a más no poder. Volví a Londres hace diez días y lo primero que hice fue pescarme una gripe macha. Como para que quedara claro que es otro cuadradito del patchwork.